¿por qué un “minino” puede despertar tanta admiración o tanto odio-temor? Hay quien afirma que el gato es el ser más libre de la Tierra y el único al que no se puede domesticar, por mucho que ame a sus amigos (nunca dueños) de dos patas. A otros felinos, como un león o un tigre, un domador los logrará hacer pasar por el aro (en un circo), pero un gato sólo aceptará algo así a cambio de un regalo que le interese, jamás a golpe de látigo. ¿Es esa libertad encomiable la que hace que muchos lo rechacen por envidia? ¿Es su supuesta conexión con otras realidades la causa de que se le tema? El gato es animal diurno y nocturno, puede cambiar sus pupilas y adaptarlas como las fases de la Luna, llegando incluso a ponerlas verticales (se cree que cuando el felino las coloca así está mirando el astral).
Muchos son los que atribuyen a ese mamífero elegante, libre, independiente y enigmático una capacidad especial para comunicarse con otras dimensiones. De hecho se han dado casos de gatos residentes en geriátricos que son capaces de detectar la próxima muerte de un paciente y se instalan en su habitación hasta el momento del óbito. En determinadas poblaciones rurales, cuando los velatorios se hacían en las propias viviendas, era clásico que el gato de la casa pasara muchas horas en la habitación en que había estado el difunto. Y los tibetanos creen que esos felinos acompañan a los muertos en su viaje al Más Allá; de hecho, eran animales que vivían en lamaserías y hasta actuaban como guardianes.
No se sabe muy bien si los egipcios fueron los primeros en adoptar al gato como mascota, pero sus referencias son de las primeras conocidas. Y no fue el hombre el que buscó al minino sino al revés. El gato vio que si se acercaba a los humanos tenía comida fácil y, a cambio, limpiaba las casas de roedores y otras alimañas menores, ”pan comido” para él porque es un cazador nato. En el antiguo Egipto, ese animal era sagrado, se le embalsamaba tras su muerte, como a los faraones, y matar a uno o hacerle daño estaba castigado con la pena capital.
La Inquisición (a la que nunca llamaré “Santa”) señaló al gato como animal diabólico. Muchas mujeres acabaron en la hoguera por el sólo hecho de poseer uno, ya que eso las marcaba como brujas. Ellas y sus mascotas murieron quemadas en plazas públicas ante el regocijo de gente insana, alentada entonces por la Iglesia que ostentaba un poder material y se erigió en “poder único y supremo” en lo inmaterial. A esos animales se les siguió quemando, torturando y matando hasta que casi se extinguieron en Europa. El resultado fue que proliferaron los roedores y con ellos múltiples plagas que ratas y ratones portaban, entre ellos la temible peste negra.
El gato, al fin, recuperó su puesto como protector del hogar y el encargado de mantener al margen las poblaciones de roedores, se le aceptó y se le quitó la etiqueta de “demoníaco”, pero… ¿Por qué a tanta gente no les gustan? ¿Tememos, quizá, lo que no conocemos? ¿Envidiamos, tal vez, su libertad? ¿Nos asusta que puedan estar en contacto con otras realidades y percibir astralmente algo que nuestros ojos no ven?
-Está demostrado científicamente que acariciar a un gato es relajante, y que es posible que una persona con hipertensión baje hasta 2,5 puntos su presión arterial si está en contacto con un gatito amistoso.
-Está demostrado científicamente que acariciar a un gato es relajante, y que es posible que una persona con hipertensión baje hasta 2,5 puntos su presión arterial si está en contacto con un gatito amistoso.
-Se asegura que el minino “absorbe” negatividad, tanto de las personas como del entorno.
-Su contacto ayuda a superar enfermedades, especialmente mentales.
-Se les utiliza en geriátricos o prisiones por su capacidad para absorber malas vibraciones, transmitir relajación y estimular a personas enfermas o encerradas, porque el minino es capaz de vivir en un piso, puede pasar 20 horas durmiendo y no necesita salir a pasear. Es un ser independiente, va a su “bola” y no precisa relacionarse con otros congéneres excepto en épocas de celo.
-Se suele decir que los gatos son traidores… ¡No, los gatos son libres! Y si no les apetece que un ser conocido o desconocido de dos patas los cojan, no lo permitirán, aunque normalmente (eso depende de la evolución de cada individuo (como ocurre con las personas) antes moverán la cola o mostrarán signos de desagrado, que muchos humanos (los “grandes del planeta” obviamos en nuestra prepotencia). Hay que aceptar que a “él” no le apetece que lo soben en esos momentos, esa es la lectura. Y si no le apetece… ¿Por qué habría de consentirlo? ¡Viva la libertad!
-La psique del gato es muy diferente a la del perro . Pero si el último es sumiso y me acepta como “jefe”, en el cerebro de un minino no existe espacio para conceptos como sumisión, obediencia o propietario de… ¡Todo lo contrario! Él vive en Su casa y yo SOY DE SU PROPIEDAD: ¡Hay que joderse! Pero, en cambio, es capaz de amar y demostrar una ternura especial, exquisita, única… Puede lamer una herida, ronronear pegado a mi cara y hasta acariciarme con la palma de su mano, escondiendo las uñas y colocando su rostro junto al mío…
-Muchos gatos, especialmente los más jóvenes, suelen jugar con seres imaginarios; saltan en el aire, fijan la vista en un punto en el que no hay “nada”… ¿Imaginación o visión astral?
-Siendo como es (según muchos entendidos) el animal más libre de la Tierra, el gato sabe “ganarse” su sitio. Para él su dueño no es el dueño sino un amigo, la casa en la que vive es “su casa” y jamás obedecerá por imposición. Eso sí: ama a sus compañeros de “dos patas”, puede ver en ellos un referente maternal, de hermano mayor o líder del barrio. Los quiere y los protege y ¡hasta los marca! He leído que cuando un minino cariñoso se refriega contra las piernas de su amigo humano no sólo le demuestra afecto sino que lo está marcando como ¡propiedad suya!
En los bigotes y las palmas delanteras de sus manos tienen mucha sensibilidad. Son capaces de segregar feromonas que utilizan para marcar el terreno. Esas feromonas poseen información importantísima para sus congéneres: Sexo, edad, si el que las ha dejado está en celo o no y hasta cuánto tiempo hace que han sido depositadas… ¡Todo un DNI! Esas feromonas las interpretan con la boca entreabierta, a medio camino entre oler o percibir por el sentido del gusto.
-Se suele decir que los gatos son traidores… ¡No, los gatos son libres! Y si no les apetece que un ser conocido o desconocido de dos patas los cojan, no lo permitirán, aunque normalmente (eso depende de la evolución de cada individuo (como ocurre con las personas) antes moverán la cola o mostrarán signos de desagrado, que muchos humanos (los “grandes del planeta” obviamos en nuestra prepotencia). Hay que aceptar que a “él” no le apetece que lo soben en esos momentos, esa es la lectura. Y si no le apetece… ¿Por qué habría de consentirlo? ¡Viva la libertad!
-La psique del gato es muy diferente a la del perro (yo también tengo uno y lo quiero un montón). Pero si el último es sumiso y me acepta como “jefe”, en el cerebro de un minino no existe espacio para conceptos como sumisión, obediencia o propietario de… ¡Todo lo contrario! Él vive en Su casa y yo SOY DE SU PROPIEDAD: ¡Hay que joderse! Pero, en cambio, es capaz de amar y demostrar una ternura especial, exquisita, única… Puede lamer una herida, ronronear pegado a mi cara y hasta acariciarme con la palma de su mano, escondiendo las uñas y colocando su rostro junto al mío…
-Muchos gatos, especialmente los más jóvenes, suelen jugar con seres imaginarios; saltan en el aire, fijan la vista en un punto en el que no hay “nada”… ¿Imaginación o visión astral?
-Siendo como es (según muchos entendidos) el animal más libre de la Tierra, el gato sabe “ganarse” su sitio. Para él su dueño no es el dueño sino un amigo, la casa en la que vive es “su casa” y jamás obedecerá por imposición. Eso sí: ama a sus compañeros de “dos patas”, puede ver en ellos un referente maternal, de hermano mayor o líder del barrio. Los quiere y los protege y ¡hasta los marca! He leído que cuando un minino cariñoso se refriega contra las piernas de su amigo humano no sólo le demuestra afecto sino que lo está marcando como ¡propiedad suya!
¿No gustan los gatos porque los envidiamos por su capacidad para ser felices pero libres? ¿Les tememos porque intuimos que están en contacto con otras realidades y ahí nos superan? ¿Nos molesta que nos observen fijamente, como si nos analizaran? ¿Y qué pasa cuando ponen sus pupilas verticales y “miran” hacia un sitio en el que no apreciamos nada? También son capaces de detectar la llegada del dueño/a a casa cuando aún está muy lejos y, lo afirmo por experiencia, pueden notar que un ser querido de dos patas se encuentra mal física o psíquicamente y actuar poniéndose a su lado, como bufanda, encima suyo… En teoría, eso absorbe la negatividad y él es un conductor que la extrae y se la lleva.
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